lunes, 19 de enero de 2015

Coaching y empresa: ¿Tal vez una oportunidad? (II)

Tras el parón navideño, retomamos la actividad bloguera con la segunda parte  del post respecto al Coaching y lo que puede aportar a las empresas.

Decíamos en éste que algunas de las enseñanzas del Coaching pueden ser aprovechadas por cualquier líder para  potenciar y transformar los comportamientos de sus colaboradores y promover que estén alineados con los de la organización.

En esta segunda parte, vamos a utilizar el deporte y, más concretamente, la carrera de la maratón, como ejemplo del papel de las creencias y emociones en él éxito o el fracaso de una actividad.


Donosti, domingo, 30 de noviembre de 2014. Ha llegado el gran día.  Me planto en la salida con muchos nervios y también con muchas ganas de presentarle mis respetos a Filipides. Mi estado de forma es bueno y a pesar de la elevada humedad parece que el día nos acompaña. Espero botando en mi cajón a que den la salida. Pienso que tenemos 42 km por delante y me entran ganas de escapar de allí….¡¡¡¡QUÉ NERVIOS!!!!

Y de repente, ¡PUM! Se da la salida y empezamos a correr. Me pongo más o menos a mi ritmo e intento relajarme. Como vais a comprobar, el dialogo interno en una maratón es incesante. “Cuánta humedad”, “estoy sudando mucho”, “lo voy a pasar mal”,... Lo curioso es que es pensar estas cosas y automáticamente experimento una sensación como de ahogo.

Avanzan los Km, pasamos por el 10 en tiempo pero  mis sensaciones no son nada buenas.  No lo entiendo. El ritmo es el que he entrenado hasta la saciedad, un ritmo al que a estas alturas todavía debería ir comodísimo. Y sin embargo, lo que pienso en este momento es que no voy a poder mantenerlo. “No puedo, así no acabo”, “me voy a parar” y lindezas por el estilo invaden mi mente.  Me siento sin energía y  las piernas están muy muy pesadas. Pasamos por Anoeta (mitad de la prueba) y se retira el amigo que ha venido a acompañarme. Ha hecho un gran trabajo, ya que el tiempo de paso es el previsto y me ha llevado como un reloj. Pero yo no voy. Mis sensaciones son  horrorosas y estoy seguro de que no voy a acabar. No quiero, no me apetece seguir corriendo. Me parece imposible hacer otros 21 Km, a ese ritmo ni a ninguno. Anhelo retirarme. Me digo “si me retiro ahora el destrozo físico no es muy grande y puedo intentarlo en otro sitio dentro de poco”. “Total, me va a salir un churro de carrera”. Estoy en un tris de pararme y quitarme el dorsal. Entonces me acuerdo de que en la siguiente vuelta estarán mi mujer y los críos esperando para animarme. Han venido expresamente desde Amorebieta para verme acabar y seguro que les habrá costado un montón aparcar. ¡No puedo defraudarles! Me pongo en modo automático y empiezo a pensar en objetivos más pequeños. “Tengo que aguantar hasta el 25”, “tengo que aguantar hasta el 30”, y así. Sigo corriendo y más o menos en el Km 28, me empiezo  a encontrar mejor. Soy consciente de que ni de lejos voy a hacer  la marca que pensaba, pero por lo menos me veo en condiciones de pegarle un buen bocado a mi marca personal. Voy pasando cadáveres y empiezo a sentir cierta euforia. Esto es tan peligroso como mi estado anterior. Sé por experiencia que si me dejó llevar, lo pagaré muy duramente al final. Pensamiento del momento “Hay que tranquilizarse y regular, que queda un mundo”. En el km 35 me tomo un gel y no me sienta muy bien. “Tengo ganas de devolver”, “no por favor, ahora no”. Me hago mentalmente un repaso, con mucho esfuerzo eso sí, que el riego está en la parte de abajo. Las piernas empiezan a pesar muchísimo. Siento el estómago revuelto y un vació muscular impresionante. Sudo a mares. Pero todavía soy capaz de pensar en positivo . Me grito más que me hablo a mi mismo. “VAMOS, AÚN ESTÁS VIVO” “VENGA COÑO VENGA, OTRO KM MÁS”, “EN NADA VAS A VER A SUSANA  Y LOS CRÍOS” y cosas así.

 
Y sufriendo, sufriendo, aparece Anoeta. Se me ha hecho eterno el Km anterior y me queda otro más. De repente, me da un subidón impresionante: entre la multitud que nos anima, veo a mis hijos que me aplauden, les choco las manos, me emociono. Pienso que mi aspecto tiene que ser de dar pena, pobrecillos. Entro en el estadio y miro el crono. Hago cálculos, si corro 300m en 1´, mejoro mi marca y encima cambio de minuto (hay que ver las cosas que te pueden llegar a preocupar en estos casos). “Corre, corre, CORREEEEEEEEE”. YA ESTÁ. Cuando paso por el arco de meta, me acuerdo de Filípides. “Camarada, puedes estar tranquilo. La ciudad sigue estando a salvo. Volveremos a encontrarnos”.


Analizado pormenorizadamente los cambios de pensamientos durante mi aventura maratoniana, se me hace evidente lo mucho que me han determinado. Cuando estos son negativos, las sensaciones corriendo son pésimas y me ha faltado poquísimo para retirarme. Lo que me hubiera perdido. En cambio, cuando consigo pensar en positivo, las sensaciones mejoran y el objetivo se convierte en alcanzable. Es un proceso psicológico muy simple, pero todavía poco entendido y poquísimo explotado. Al menos en el mundo empresarial

El Coaching, al enseñarnos que nuestra percepción de la realidad no es la realidad, sino una interpretación de la misma y que a la base de las emociones están juicios de valor y pensamientos que las desencadenan, nos está dando la clave para mejorar en nuestras empresas, sea cual sea nuestros problemas u objetivos. Los líderes comprometidos con la excelencia viven el error como una oportunidad de aprendizaje, no como un fracaso. Buscan alternativas, aceptan otros puntos de vista, admiten las críticas y las sugerencias, porque no se sienten amenazados y cualquier aportación es una oportunidad para seguir aprendiendo y avanzar hacia el objetivo.


Un análisis de nuestras creencias claves y de las de nuestros colaboradores nos permite conectar con aquello que queremos realmente, lo que nos gusta y nos hace trascender. Entonces las posibilidades de conseguir resultados aumentan considerablemente.

Pero, ¿cómo pueden identificarse en un contexto empresarial esas creencias?,
 ¿se pueden manejar? ¿Recursos Humanos tiene algo que decir? ¿Y algo que hacer? Y los jefes en que medida trabajan con esas creencias? ¿Cómo y en qué medida condicionan el trabajo las creencias de los propios jefes?

En una tercera y última parte trataremos de dar respuesta a todos estos interrogantes


3 comentarios:

  1. Precioso relato, que podemos suscribir todos los que hemos corrido alguna vez un maratón y tenemos sensibilidad por las personas, como dices en tu Linkedin. Al leerlo poco me ha faltado para dejar escapar alguna lagrimilla. Eskerrik asko!

    ResponderEliminar
  2. Eskerrik asko zuri Gabriel. Un abrazo fuerte!

    ResponderEliminar
  3. Eskerrik asko zuri Gabriel. Un abrazo fuerte!

    ResponderEliminar