miércoles, 25 de marzo de 2015

CARL GUSTAV JUNG. APLICACIÓN DE SUS TEORÍAS AL CRECIMIENTO EN LAS EMPRESAS (I)

En el post de hoy me gustaría acercarme a la obra de Carl Gustav Jung (Suiza, 1875 –1961), un hombre que no sólo ha dejado huella por la profundidad de su pensamiento y por lo innovador de sus concepciones, sino también por la amplitud de los campos del conocimiento que abarcó y por la inmensa variedad de fuentes de las que se nutrió a la hora de elaborar sus teorías.

Aunque Jung escribió sus teorías pensando en la psicología de las personas, y no en las empresas, creo que muchos de sus conceptos son muy válidos para entender lo que pasa en los entornos de trabajo. En un post posterior trataré de extraer enseñanzas de sus teorías aplicables al desarrollo de las personas y las empresas. Pero primero, aún a riesgo de resultar un poquitín pesado, intentaré resumir de la forma más sucinta posible el pensamiento de este gran hombre.

Para muchos, Jung es ante todo el creador de la Psicología Profunda, el precursor de un tipo de corriente terapéutica, la Analítica, que cuenta con innumerables escuelas y seguidores en todo el mundo. Para otros, Jung es además un referente vital,  un autor diferente, quizá…un SABIO.

Rastreando en los textos de Jung, encontramos al médico, al psicólogo, al filósofo, al antropólogo, al ensayista, al religioso, al terapeuta, al analista, al humanista, al hermeneuta, al esotérico, al alquimista… No es fácil descubrir una figura tan interesante, tan multidisciplinar, tan rigurosa y al mismo tiempo tan poco limitada por los parámetros de lo academicista como la de este hombre, este discípulo de Sigmund Freud, que se atrevió a desafiar (y para muchos superar)  a su maestro en algunos de los aspectos más esenciales de sus ideas.

Jung se hizo seguidor de Freud en el año 1900, y no tardo en ser a los ojos del maestro el príncipe del movimiento psicoanalítico. Poco después comenzó a debilitarse la relación entre ambos. Jung restaba importancia al sexo en sus conferencias y análisis terapéuticos y modificó el concepto de libido.

Hay que decir que Jung, a pesar de admirar a Freud, nunca compartió su entusiasmo por sus teorías sexuales. Fue esta cuestión el motivo de la divergencia entre ambos, y la que finalmente propició su ruptura. La publicación de la obra de Jung Transformaciones y Símbolos de la Libido (1911), en la que sugería que gran parte del inconsciente es objetivo o colectivo y no tiene nada que ver con los instintos sexuales, puso fin a la asociación de Jung con Freud y con el movimiento psicoanalítico. Tras su disputa con Freud, fundó una nueva escuela a la que llamó PSICOLOGÍA ANALÍTICA.

Jung, a pesar de su adscripción inicial a la corriente psicoanalítica, también creía necesario comprender el futuro, las potencialidades del hombre, para poder hablar con sentido de él: según él, en la dirección de la conducta las metas e intenciones del ser humano tienen tanta importancia como su historia personal. Por ello, el autor deploró la tendencia de Freud a estudiar la causalidad de las acciones humanas basándose exclusivamente en el pasado y acusó a la teorización freudiana de ser reductiva y mecanicista. El hombre de Jung, a diferencia del de Freud, es un hombre creador y menos un recipiente pasivo de las influencias ambientales pasadas.

Jung creía que los impulsos primitivos del hombre pueden canalizarse hacia una búsqueda de la autorrealización. En cambio, si el yo no reconoce y utiliza adecuadamente la energía, esta puede trastornar su funcionamiento hasta el punto de volverlo neurótico o psicótico. La terapia jungiana, busca iniciar un proceso de individuación de la persona, que implica conectarla con su dimensión transpersonal, antropológica, e integrar todos los aspectos de su personalidad,  de forma que llegue a ser ella misma  (SÍ MISMO) y se produzca ese proceso de autorrealización.

Teoría de la libido

La libido sería según Jung una energía vital, de carácter biológico general. Lo que para Freud era energía sexual concentrada en diferentes zonas corporales a lo largo de etapas diferentes, para Jung es simplemente energía psíquica, que adopta la forma más importante para el organismo en cada momento.

Jung transfirió casi directamente los conceptos de la física a sus afirmaciones sobre energía psíquica. Creía que la energía psíquica era tanto o más indestructible que la energía física. Según Jung, si se utiliza la energía en alguna función psíquica, la cantidad disponible para esa función decrecerá, pero reaparecerá en forma de energía incrementada disponible para otra función. Además, si la energía desaparece de un sistema psíquico, reaparecerá en algún otro.

Estructuras psíquicas

La personalidad total o psique, como la llama Jung, consiste en una cantidad de sistemas separados pero interactuantes. Los principales son el yo, el inconsciente personal y sus complejos, y el inconsciente colectivo y sus arquetipos. Además de estos sistemas interdependientes, están las actitudes de introversión y extraversión, y las funciones del pensamiento, el sentimiento, la sensación, y la intuición. Finalmente hay un sí mismo que es la personalidad plenamente desarrollada y unificada.

El yo de Jung es la estructura consciente, aquella que está en contacto con la realidad y cuyos recuerdos son conscientes. Se le siente como el centro de la identidad y la personalidad. La Consciencia Colectiva representa las normas o baremos imperantes en una sociedad. El yo es la instancia discriminatoria, conscienciadora y articuladora de todo proceso y contenido.

Bajo la consciencia y tras el yo consciente, se sitúa el inconsciente. En primer término encontramos el inconsciente personal. Éste, como está en contacto con el yo, contiene los materiales reprimidos que provienen de la consciencia. Sus contenidos pueden ser inconscientes por no tener la suficiente fuerza para acceder a conciencia, o por haber sido reprimidos. El inconsciente personal contiene solamente materiales que han llegado a él como resultado de experiencias personales del individuo.

Situado más profundamente aún que el inconsciente personal se halla el inconsciente colectivo. Esta región oscura y nebulosa contiene las cosas que el hombre ha heredado filogenéticamente. Estos son los arquetipos, predisposiciones a actuar, pensar o percibir de una cierta manera. Se forman como resultado de las experiencias universales que han tenido los seres humanos, en el curso de su evolución. En este sentido los arquetipos son tanto símbolos como disposiciones. Y puesto que las supuestas experiencias son universales, los arquetipos también los son. Jung descubrió su existencia al estudiar los mitos y el arte de diferentes épocas y culturas. El autor observó que ciertos símbolos eran comunes a todas ellas, a pesar de la supuesta falta de intercambio directo entre las culturas. Ejemplos de estos arquetipos universales serían el nacimiento, la muerte, el héroe, el niño, Dios,...

En definitiva, Jung considera que todo hombre y mujer nace con una amplia herencia cultural de propensiones que necesitan hallar expresión en sus vidas personales, a fin de poder alcanzar una personalidad integrada. Esto se consigue a través de una búsqueda activa de las propias potencialidades y de las diversas facetas de la propia personalidad; es decir, del uso de los recursos internos.

“A pesar de que somos hombres de nuestra propia vida personal somos también, por otra parte, en gran medida, representantes, víctimas y promotores de un espíritu colectivo, cuya vida equivale a siglos. Podemos ciertamente imaginar una vida a la medida de nuestros propios deseos y no descubrir nunca que fuimos en suma comparsas del teatro del mundo. Pero existen hechos que ciertamente ignoramos, pero que influyen en nuestra vida y ello tanto más cuanto más ignorados son.” (Carl Jung. Recuerdos, sueños, pensamientos, 1957)

Psicoterapia

Jung, desde su estancia en la clínica psiquiátrica de la universidad de Zurich, constató que los psiquiatras de la época no se preocupaban de ocuparse de los enfermos mentales como hombres, como individualidades, sino de tratar a cada paciente de acuerdo a una lista de diagnósticos y síntomas. “Se les rotulaba, se les estampillaba con un diagnóstico, y con ello el caso quedaba listo en la gran mayoría de los casos” (Recuerdos, sueños, pensamientos, edición1999, p.143). En cambio, él  se preocupó desde el primer momento de responder a la pregunta ¿qué les ocurre?

Según su concepción, la patología mental se relaciona con la desintegración o la falta de integración de los distintos elementos que componen la personalidad, en la que la negación de lo que nos define, tanto a nivel personal como colectivo y, muy especialmente, de los arquetipos, constituye el origen de toda perturbación mental.

El terapeuta jungiano se esfuerza por explorar el comportamiento de los complejos, pero de una forma no sólo retrospectiva, sino también prospectiva. La pregunta cambia respecto al psicoanálisis: ya no es solamente “¿qué ha pasado?”, sino también ¿qué desea que pase?. Por ejemplo: si por miedo, comodidad u otra razón se ha desarrollado un comportamiento demasiado pasivo, el hecho de que se esté constantemente visionando películas de acción puede revelarle al analista que se está cargando un complejo. El contenido de esos complejos es fundamental por su simbología, que permite dar con la clave para el análisis del arquetipo que se está negando, y enfocar el tratamiento a su integración en el sí mismo de la persona.

Jung consideraba que el tratamiento terapéutico debía culminar en el proceso de individuación: desarrollo de la individualidad del paciente, ampliación de la conciencia y autonomía personal. Jung trataba a cada paciente lo más individualmente posible, pues para él la solución de cada problema era  siempre personal y basada en la comprensión personal. Para cada paciente se requería  un lenguaje distinto. El objetivo de la terapia es el fortalecimiento de la mente en su conjunto para el ejercicio pleno de la vida, pero también para la aceptación de la muerte y su significado. Para llegar a este objetivo de individuación con cualquier tipo de paciente, se precisa el análisis de símbolos, en la línea de lo ya comentado, e informes del analista al paciente respecto a sus contradicciones: durante el proceso de análisis, el terapeuta va devolviendo pacientemente informes continuos respecto a comparaciones y equiparaciones en la exposición dialéctica de los hechos psíquicos entre sí confrontados. Si estas impresiones no surten efecto, el proceso terapéutico resulta ineficaz y no se logra ningún cambio

El proceso de individuación, en definitiva, conecta al hombre con su dimensión colectiva a través de los arquetipos y su simbología, engendrando un “individuo psicológico”, indivisible. Un todo. Se trata de llegar a ser uno mismo en un proceso que en otras escuelas, como las humanistas, se ha denominado “autorrealización”.

“Frente al individuo no hay para mí más que la comprensión individual. Para cada paciente se requiere un lenguaje distinto. Así pues, se me puede oír hablar en un análisis de adlerianismo y en otro de freudismo. El punto decisivo es que yo, como hombre me encuentro frente a otro hombre. El médico tiene algo que decir, pero también el paciente”. (Carl Gustav Jung. Recuerdos, sueños, pensamientos, edición 1999).


En la segunda parte de este post bajaré a tierra y asumiré el reto de detallar cómo algunos de estos conceptos pueden ser aplicables al crecimiento de las personas en sus puestos de trabajo y por tanto de sus empresas.