En el post de hoy me gustaría acercarme a la obra de Carl Gustav Jung (Suiza, 1875 –1961),
un hombre que no sólo ha dejado huella por la profundidad de su pensamiento y
por lo innovador de sus concepciones, sino también por la amplitud de los
campos del conocimiento que abarcó y por la inmensa variedad de fuentes de las
que se nutrió a la hora de elaborar sus teorías.
Aunque Jung escribió sus teorías pensando en la psicología de las personas, y no en las empresas, creo que muchos de sus conceptos son muy válidos para entender lo que pasa en los entornos de trabajo. En un post posterior trataré de extraer enseñanzas de sus teorías
aplicables al desarrollo de las personas y las empresas. Pero primero, aún a riesgo de resultar un poquitín pesado, intentaré resumir de la forma más sucinta posible el pensamiento de este gran hombre.
Para muchos, Jung es ante todo el creador de la Psicología Profunda ,
el precursor de un tipo de corriente terapéutica, la Analítica , que cuenta
con innumerables escuelas y seguidores en todo el mundo. Para otros, Jung es
además un referente vital, un autor
diferente, quizá…un SABIO.
Rastreando en los textos de Jung, encontramos al médico, al
psicólogo, al filósofo, al antropólogo, al ensayista, al religioso, al
terapeuta, al analista, al humanista, al hermeneuta, al esotérico, al
alquimista… No es fácil descubrir una figura tan interesante, tan
multidisciplinar, tan rigurosa y al mismo tiempo tan poco limitada por los
parámetros de lo academicista como la de este hombre, este discípulo de Sigmund
Freud, que se atrevió a desafiar (y para muchos superar) a su maestro en algunos de los aspectos más
esenciales de sus ideas.
Jung se hizo seguidor de Freud en el año 1900, y no tardo en
ser a los ojos del maestro el príncipe del movimiento psicoanalítico. Poco
después comenzó a debilitarse la relación entre ambos. Jung restaba importancia
al sexo en sus conferencias y análisis terapéuticos y modificó el concepto de
libido.
Hay que decir que Jung, a pesar de admirar a Freud, nunca
compartió su entusiasmo por sus teorías sexuales. Fue esta cuestión el motivo
de la divergencia entre ambos, y la que finalmente propició su ruptura. La
publicación de la obra de Jung Transformaciones y Símbolos de la Libido (1911), en la que
sugería que gran parte del inconsciente es objetivo o colectivo y no tiene nada
que ver con los instintos sexuales, puso fin a la asociación de Jung con Freud
y con el movimiento psicoanalítico. Tras su disputa con Freud, fundó una nueva
escuela a la que llamó PSICOLOGÍA ANALÍTICA.
Jung, a pesar de su adscripción inicial a la corriente
psicoanalítica, también creía necesario comprender el
futuro, las potencialidades del hombre, para poder hablar con sentido de él:
según él, en la dirección de la conducta las metas e intenciones del ser
humano tienen tanta importancia como su historia personal. Por ello, el autor
deploró la tendencia de Freud a estudiar la causalidad de las acciones humanas
basándose exclusivamente en el pasado y acusó a la teorización freudiana de ser
reductiva y mecanicista. El hombre de Jung, a diferencia del de Freud, es un
hombre creador y menos un recipiente pasivo de las influencias ambientales
pasadas.
Jung creía que los impulsos primitivos del hombre pueden
canalizarse hacia una búsqueda de la autorrealización. En cambio, si el yo no
reconoce y utiliza adecuadamente la energía, esta puede trastornar su funcionamiento
hasta el punto de volverlo neurótico o psicótico. La terapia jungiana, busca
iniciar un proceso de individuación de la persona, que implica conectarla con
su dimensión transpersonal, antropológica, e integrar todos los aspectos de su
personalidad, de forma que llegue a ser
ella misma (SÍ MISMO) y se produzca ese
proceso de autorrealización.
Teoría de la libido
La libido sería según Jung una energía vital, de carácter
biológico general. Lo que para Freud era energía sexual concentrada en diferentes
zonas corporales a lo largo de etapas diferentes, para Jung es simplemente
energía psíquica, que adopta la forma más importante para el organismo en cada
momento.
Jung transfirió casi directamente los conceptos de la física
a sus afirmaciones sobre energía psíquica. Creía que la energía psíquica era
tanto o más indestructible que la energía física. Según Jung, si se utiliza la
energía en alguna función psíquica, la cantidad disponible para esa función
decrecerá, pero reaparecerá en forma de energía incrementada disponible para
otra función. Además, si la energía desaparece de un sistema psíquico,
reaparecerá en algún otro.
Estructuras psíquicas
La personalidad total o psique, como la llama Jung, consiste
en una cantidad de sistemas separados pero interactuantes. Los principales son
el yo, el inconsciente personal y sus complejos, y el inconsciente colectivo y
sus arquetipos. Además de estos sistemas interdependientes, están las actitudes
de introversión y extraversión, y las funciones del pensamiento, el
sentimiento, la sensación, y la intuición. Finalmente hay un sí mismo que es la
personalidad plenamente desarrollada y unificada.
El yo de Jung es la estructura consciente, aquella que está
en contacto con la realidad y cuyos recuerdos son conscientes. Se le siente
como el centro de la identidad y la personalidad. La Consciencia Colectiva
representa las normas o baremos imperantes en una sociedad. El yo es la
instancia discriminatoria, conscienciadora y articuladora de todo proceso y
contenido.
Bajo la consciencia y tras el yo consciente, se sitúa el
inconsciente. En primer término encontramos el inconsciente personal. Éste,
como está en contacto con el yo, contiene los materiales reprimidos que
provienen de la consciencia. Sus contenidos pueden ser inconscientes por no
tener la suficiente fuerza para acceder a conciencia, o por haber sido
reprimidos. El inconsciente personal contiene solamente materiales que han
llegado a él como resultado de experiencias personales del individuo.
Situado más profundamente aún que el inconsciente personal
se halla el inconsciente colectivo. Esta región oscura y nebulosa contiene las
cosas que el hombre ha heredado filogenéticamente. Estos son los arquetipos,
predisposiciones a actuar, pensar o percibir de una cierta manera. Se forman
como resultado de las experiencias universales que han tenido los seres
humanos, en el curso de su evolución. En este sentido los arquetipos son tanto
símbolos como disposiciones. Y puesto que las supuestas experiencias son
universales, los arquetipos también los son. Jung descubrió su existencia al
estudiar los mitos y el arte de diferentes épocas y culturas. El autor observó
que ciertos símbolos eran comunes a todas ellas, a pesar de la supuesta falta
de intercambio directo entre las culturas. Ejemplos de estos arquetipos
universales serían el nacimiento, la muerte, el héroe, el niño, Dios,...
En definitiva, Jung considera que todo hombre y mujer nace
con una amplia herencia cultural de propensiones que necesitan hallar expresión
en sus vidas personales, a fin de poder alcanzar una personalidad integrada.
Esto se consigue a través de una búsqueda activa de las propias potencialidades
y de las diversas facetas de la propia personalidad; es decir, del uso de los
recursos internos.
“A pesar de que somos hombres de nuestra propia vida
personal somos también, por otra parte, en gran medida, representantes,
víctimas y promotores de un espíritu colectivo, cuya vida equivale a siglos.
Podemos ciertamente imaginar una vida a la medida de nuestros propios deseos y
no descubrir nunca que fuimos en suma comparsas del teatro del mundo. Pero
existen hechos que ciertamente ignoramos, pero que influyen en nuestra vida y
ello tanto más cuanto más ignorados son.” (Carl Jung. Recuerdos, sueños,
pensamientos, 1957)
Psicoterapia
Jung, desde su estancia en la clínica psiquiátrica de la
universidad de Zurich, constató que los psiquiatras de la época no se
preocupaban de ocuparse de los enfermos mentales como hombres, como
individualidades, sino de tratar a cada paciente de acuerdo a una lista de
diagnósticos y síntomas. “Se les rotulaba, se les estampillaba con un
diagnóstico, y con ello el caso quedaba listo en la gran mayoría de los casos”
(Recuerdos, sueños, pensamientos, edición1999, p.143). En cambio, él se preocupó desde el primer momento de
responder a la pregunta ¿qué les ocurre?
Según su concepción, la patología mental se relaciona con la
desintegración o la falta de integración de los distintos elementos que
componen la personalidad, en la que la negación de lo que nos define, tanto a
nivel personal como colectivo y, muy especialmente, de los arquetipos, constituye el origen de
toda perturbación mental.
El terapeuta jungiano se esfuerza por explorar el
comportamiento de los complejos, pero de una forma no sólo retrospectiva, sino
también prospectiva. La pregunta cambia respecto al psicoanálisis: ya no es
solamente “¿qué ha pasado?”, sino también ¿qué desea que pase?. Por ejemplo: si
por miedo, comodidad u otra razón se ha desarrollado un comportamiento
demasiado pasivo, el hecho de que se esté constantemente visionando películas
de acción puede revelarle al analista que se está cargando un complejo. El
contenido de esos complejos es fundamental por su simbología, que permite dar
con la clave para el análisis del arquetipo que se está negando, y enfocar el
tratamiento a su integración en el sí mismo de la persona.
Jung consideraba que el tratamiento terapéutico debía
culminar en el proceso de individuación: desarrollo de la individualidad del
paciente, ampliación de la conciencia y autonomía personal. Jung trataba a cada
paciente lo más individualmente posible, pues para él la solución de cada
problema era siempre personal y basada
en la comprensión personal. Para cada paciente se requería un lenguaje distinto. El objetivo de la
terapia es el fortalecimiento de la mente en su conjunto para el ejercicio pleno de la vida, pero también para la aceptación de la muerte y su
significado. Para llegar a este objetivo de individuación con cualquier tipo de
paciente, se precisa el análisis de símbolos, en la
línea de lo ya comentado, e informes del analista al paciente respecto a sus
contradicciones: durante el proceso de análisis, el terapeuta va devolviendo
pacientemente informes continuos respecto a comparaciones y equiparaciones en
la exposición dialéctica de los hechos psíquicos entre sí confrontados. Si
estas impresiones no surten efecto, el proceso terapéutico resulta ineficaz y
no se logra ningún cambio
El proceso de individuación, en definitiva, conecta al
hombre con su dimensión colectiva a través de los arquetipos y su
simbología, engendrando un “individuo psicológico”, indivisible. Un todo. Se trata de llegar a ser uno mismo en un
proceso que en otras escuelas, como las humanistas, se ha denominado
“autorrealización”.
“Frente al individuo no hay para mí más que la comprensión
individual. Para cada paciente se requiere un lenguaje distinto. Así pues, se
me puede oír hablar en un análisis de adlerianismo y en otro de freudismo. El
punto decisivo es que yo, como hombre me encuentro frente a otro hombre. El
médico tiene algo que decir, pero también el paciente”. (Carl Gustav Jung.
Recuerdos, sueños, pensamientos, edición 1999).
En la segunda parte de este post bajaré a tierra y asumiré el reto de detallar cómo algunos de estos conceptos
pueden ser aplicables al crecimiento de las personas en sus puestos de trabajo
y por tanto de sus empresas.